Hacer un mandado: un reto que todo hombre debe asumir
Todo hombre, desde que tiene ya los ocho o nueve años de edad empieza realizar una tarea que lo llena de orgullo y satisfacción y es cuando su madre le asigna la responsabilidad de hacer un mandado. Antes de continuar este relato de suspenso y misterio debemos definir el término en cuestión. Un mandado. es aquella diligencia que te asigna tu madre, tu novia y luego tu esposa para que vayas a ser algo o a buscar algo que difícilmente es descrito o definido pero que tú debes hasta lo imposible por cumplirlo a cabalidad. Así desde niño iniciamos esta gran reto de tratar de cumplir una misión, que ni siquiera Tom Cruise y su maravillosa película se atreven a reflejar en la gran pantalla, como lo es tratar de complacer las instrucciones y sobrevivir a feliz término. Al cumplir con ese reto todo hombre espera recibir una respuesta satisfactoria, un abrazo, un beso y sobre todo la mayor expresión de satisfacción que te digan: Gracias mi amor.
El hombre a medida que va creciendo, va adquiriendo experiencia desde esa primera etapas hasta llegar a la sabiduría de la madurez que es cuando comprende que no se trata de comprar o de buscar lo que tú pienses que es lo correcto adecuado sino en tratar de descubrir y descifrar ese misterio del universo de descifrar que quiere esta mujer que te ha dado esa imprecisa instrucción.
Hoy en día gracias a la tecnología y de de los teléfonos podemos sortear alguna de estas dificultades que significa transitar por el campo minado de unos chinos o de una venta de algún producto tratando de esquivar la tentación de comprar el producto no adecuado. Hoy ante la duda de incumplimiento del mandado se puede apelar a una buena fotografía, a un buen mensaje de voz o mensaje de texto.
En días recientes, tuve que enfrentar un gran reto haciendo un mandado la compra de detergente líquido y lavaplatos líquidos. Lo que parecía un mandando de acción rutinario como es bajarme y entrar a el local y pedirle al dependiente que sirviera por favor a despacharme dos litros detergente azul y un litro de detergente verde que no huela fuerte, que sea el que yo siempre uso, que tiene ese olor a limpieza y que deja las manos suavecito. Así estando en el mostrador, al frente de la joven dependiente, raudo y veloz saco mis envases y le digo lo que necesito, la joven vendedora suelta la risa y me pregunta señor seguro que eso quiere… y yo le repito las frases de manera textual y casi como que si la estuviera recibiendo. Pero que va, la muchacha sigue muerta la risa y llama al señor que envasa los productos le repito las instrucciones y también él se ríe.
Como el señor despachador es un hombre maduro asumo que se ríe al escuchar la solicitud y descripción del producto; porque tal vez en su mente supongo yo que debe acordarse de cuando también su esposa lo manda a hacer mandado. Me repregunta: ¿Cómo quiere el producto? le hago la demostración: En cada envase en el grande, va el producto azul y en el otro envase más pequeño va al producto verde. Le insisto que tiene que ser en ese orden porque es el mandado que me han dado. Le digo: Oh qué será de mí si llego a confundirme, si llegara a equivocarme… pido que me sirvan en el envase pequeño el azul y en el envase grande el verde vuelvo a insistir mostrándole a los despachadores la instrucción recibida.
¡Vaya qué sorpresa! no me quedó más remedio que estallar en carcajada cuando reaccioné y comprobé que el envase que se me había entregado para cumplir tan engorrosa tarea estaba perforado, es decir no iba a poder almacenar el litro del verde.
Inmediatamente saqué mi teléfono procedí, como si fuera un investigador de csi a dejar evidencias fehacientes de que el envase que se me entregó para cumplir esta misión imposible estaba roto.
Subsanado de pequeños detalles y habiendo adquirido un envase en el local pude completar mi mandado y comprar los dos productos tanto el detergente líquido como el lavaplato. La otra parte del mandado consistió en escuchar los argumentos de las razones por la cual la mandante no pudo haberme dado ese envase roto: Ese el que siempre se usó para guardar el detergente, será un misterio que no se podrá resolver ni siquiera trayendo a Sherlock Holmes
Por eso todo hombre desde niño hasta la adulto mayor se enfrentará siempre a un gran reto, a esa misión imposible de poder cumplir un mandado y que tenga 100% de satisfacción.